Érase una vez una mariposa que paseaba alegre entre flores, iba contenta por el espectáculo que tenía a su alrededor. De pronto se sintió mal, no sabía qué le pasaba, era como si le hubieran dado un fuerte golpe en un ala y se la hubieran roto.
No podía volar de dolor que tenía, así que se puso sobre una
flor a ver si se le pasaba.
Estaba muy triste, a punto de llorar cuando alguien le llamó
la atención.
—¡Ay! qué susto me has dado, perrito.
—¿Qué te pasa linda mariposa?
—Me ha dado un dolor tan grande en este ala, que no puedo
volar y no puedo regresar a mi casa. Debe de ser la edad, dicen que cuando uno
se hace mayor, le duele todo, y lo mismo yo ya estoy en esa edad…
—Ja ja ja no me hagas reír, aunque seas mayor, sigues
teniendo tu belleza y sobre todo tu nobleza.
—No te rías perrito, yo se lo oigo decir a todo el mundo,
cuando se es mayor, se deja de poder hacer cosas.
El perro se encogió de hombros y dijo:
—¿Quieres que te lleve a tu casa?
—¿Podrías llevarme?
—Pues claro, tú has llevado siempre el polen de las flores
de unas a otras y has hecho que nazcan miles de nuevas flores todas ellas
diferentes… ¿No iba a ayudarte yo ahora con lo fuerte que soy? Anda, súbete a
mi lomo y verás qué pronto llegamos.
La mariposa se subió al lomo de su amigo siendo un placer
viajar de aquella forma, por lo que le dio mil gracias y le ofreció su casa.
Moraleja: En la vida, cuando ayudamos a otros, sin importar
si somos mariposas o perros, creamos un mundo donde alguien estará allí para
ayudarnos un día, como nosotros hicimos por ellos.
Cuento de Piedad Martos Lorente
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